Pensamiento filosófico de Julio Ramón Ribeyro

Pensamiento filosófico de Julio Ramón Ribeyro

 

Teobaldo SAMANIEGO HURTADO

 

En mayo del 94 tuve la ocasión de conocer a Julio Ramón, hombre delgado, amable, de hablar cadencioso y preciso y lo comprometí para que ofreciera a la juventud tarmeña, una conferencia en setiembre: “Tarma fuente de inspiración literaria.” muy a nuestro pesar, su salud le jugó una mala pasada y frustró su presencia. En diciembre, de este mismo año, partió a la eternidad dejándonos una rica y variada herencia cultural.

 


Julio Ramón en la Hacienda La Florida - Tarma

JRR estuvo emparentado con la familia Santa Maria motivo por el que visitaba constantemente la ciudad de Tarma. Aprovechando su estancia vacacional en este pueblo, escribió dos cuentos, Silvio en el Rosedal y la Vaquita Echada, como resultado de la toma de lectura de los acontecimientos de la población y de la realidad paisajista de nuestro entorno. Por boca del narrador, nuestra ciudad es conocida en el mundo por los amantes de la buena lectura.


Ser en uno

En esta circunstancia quiero hacer una confesión, siento una especial vocación por las obras de JRR, no soy un escritor, ni mucho menos, un especialista en literatura, soy un aficionado a la filosofía y quisiera compartir con ustedes la preocupación por los temas de la vida y del mundo que encuentro en la narrativa del escritor.

Para empezar, diré, que JRR y el narrador no son dos, quien leyó sus entrevistas, declaraciones hallará un mismo pensamiento que se”amplía y ratifica” por tanto existe una identidad entre Ribeyro y el narrador de su obra literaria, destaco esta cualidad por que la coherencia y autenticidad son testimonios de autoridad y confianza. Ribeyro no ejerce la literatura como se ejerce la medicina o la abogacía, el vive con ella en unión libre, no para conquistar riquezas, poder o fama, pero por lo mismo, no es ajeno a la sociedad y a los problemas que esta tiene. El ve la humillación, las frustraciones, la precariedad, el desconcierto, la desdicha, el sinsentido, y siente que es esa la verdadera sustancia del hombre, de los hombres, de sus vidas, de la vida. “Todo en él se conduce como si esta visión fuese el punto de partida para un viaje en redondo que vuelve siempre al mismo punto”


Conociendo la Realidad

La realidad es otro de sus temas apasionantes, el ve la realidad no como lo ven los científicos o como ven el común de las personas, la realidad admite múltiples lecturas, el escritor elige los signos que mejor puede leer. “La suya es la objetividad subjetiva”, pero ¿cómo es posible unir dos conceptos contradictorios?. La objetividad es el reflejo de lo que se dice de un objeto con lo que el objeto es en sí, esta concordancia entre el decir y el ser es la objetividad, y la subjetividad es la visión personal del entorno, lo que le parece que es y la subjetividades no se discute se admite por que el valor es individual. La ciencia para su constitución emplea conocimientos objetivos es decir que tengan el mismo valor para todos.

¿Qué pasa entonces con la afirmación del escritor? Repito, la objetividad subjetiva. “Su reflexión esconde un sentimiento; es una especulación, un juego de espejos: refleja (reflexiona) el objeto que lo refleja. Y es así como una óptica fría disimula una literatura sentimental” Esta reflexión nos recuerda a Pablo Freire, que hablaba del educador-educando y del educando educador, conocida como una relación dialéctica, donde el educador al cumplir su rol, también se educa convirtiéndose, al mismo tiempo, en un educando. Este mismo proceso lo vive el educando. Los conceptos contrapuestos se integran en el proceso.

El se declara un escéptico radical para él las cosas son, fundamentalmente, como están, cuando se pregunta por las causas, él dice que las causas explican accidentes, no esencias. Es más importante el cómo y el qué y no le importa el por qué. Desde la perspectiva filosófica el escritor es un escéptico gnoseológico, calificación impropia pero ayudará a ingresar al insólito mundo creativo del narrador.


Observación

JRR es un gran observador, a diferencia del científico, él no necesita de un microscopio o un telescopio para ver seres u objetos minúsculos o la inmensidad del cosmos; pero tiene como su mejor instrumento sus ojos que ven más allá de lo que el común de las personas suelen ver. Algunos suelen decir que es un observador irredento que tuvo la capacidad de descubrir con asombrosa agudeza y economía de palabras lugares, hechos y personas imborrables.

Mirar paisajes en un día soleado no es recomendable –nos dice-, por que los rayos solares destacan a los elementos que están más próximos a uno en detrimento de los otros que están detrás, los primeros opacan a los segundos al proyectarles su sombra, convirtiéndolos en elementos de segundo orden porque la sombra los in visibilizan; igual ocurre, con la distancia, para apreciar la belleza del rostro de una mujer, cada rostro tiene una distancia de apreciación, a veces a los quince metros apreciamos el rostro como espectacular, pero a cinco metros no opinamos lo mismo, puede también ocurrir lo contrario a cinco metros es una verdadera beldad y a quince es una desgracia. Todos tenemos una distancia para la aprehensión de la belleza, intentemos por conocer cuales son nuestras medidas.


Cultura

No ofreceré una definición al estilo de los antropólogos o sociólogos, sin embargo conoceremos la aplicabilidad del concepto cultura referido a la persona, fácil es confundir cultura con erudición, la cultura es realidad no depende de la acumulación de conocimientos incluso en varias materias, sino el orden que estos conocimientos se guardan en nuestra memoria y de la presencia de estos conocimientos en nuestro comportamiento.

Los conocimientos de un hombre culto pueden no ser muy numerosos, pero son armoniosos, coherente y sobre todo, están relacionados entre sí. En el erudito, los conocimientos parecen almacenarse en tabiques separados. En el culto se distribuyen de acuerdo a un orden interior que permite su canje y fructificación. Sus lecturas, sus experiencias se encuentran en fermentación y engendran continuamente nueva riqueza es como el hombre que abre una cuenta con intereses. El erudito como el avaro, guarda su patrimonio en una media, en donde sólo cabe el enmohecimiento y repetición. Seguiremos comentando.